Según los testimonios del siglo XVIII, los castratis, eran cantantes caprichosos, imprevisibles y excéntricos que se permitían desplantes a los monarcas de entonces. Cobraban sumas exageradas, más que un rey en todo un año, por una temporada de ópera.
A pesar de haberles privado de sus testículos, muchos seguían teniendo relaciones sexuales, para el alivio de algunas damas, con la tranquilidad de no quedarse embarazadas.
Uno de los países europeos que se negaron a seguir esta moda de los castrati fue Francia, que nunca los recibió con simpatía.
Algunas de las arias más difíciles del repertorio operístico son para los castrati, dado que éstos adornaban e improvisaban sobre las mismas con una facilidad pasmosa, por lo que hoy en día no pueden ser representadas por ningún cantante moderno por la cantidad de coloratura y de saltos de voz que contienen, aunque cantantes como Vivica Genaux y Cecilia Bartoli han hecho intentos.
Cuando estos divos se retiraban se compraban ducados, en los que vivían dando clases o de sus recuerdos.
Hasta el siglo XX hubo castrati, siendo el último de la estirpe, Alessandro Moreschi. Otros grandes fueron: Farinelli, Caffarelli, Senesino, Nicolino...
La mayoria adoptaban el nombre de su profesor o de su mecenas.
La mayoria adoptaban el nombre de su profesor o de su mecenas.
Durante varias semanas, comentaremos algunos de estos colosos del canto.
Me parece muy interesante la postura de Francia, que como nos tiene acostumbrados, se adelantó a su tiempo, condenando esta práctica cruel.
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